
Cuando luchamos por nuestros ideales, muchas veces nos cuesta lagrimas, sudor, trasnochos, dinero, son muchos sacrificios que nos hacen sentir muchas veces agotamiento, miedos, tristezas, y hasta rabias, pero al final decimos... ¡valió la pena! y le toca el turno a la alegría y al regocijo por los sueños y metas cumplidas y cuando las conseguimos nos sentimos conectados con el mundo y sobre todo con Dios.
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